¿Quién fue Viriato?

La Plaza de Viriato es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Zamora. Un tesoro de ciudad que sorprende a los turistas que se acercan para conocerla.

Sus calles guardan obras de arte que esperan la admiración de los que se dejan llevar… aunque Zamora en sí misma es una obra de arte, guardiana de épicas historias. Historias como la de Viriato que da el nombre a la plaza. Le da nombre y la vigila desde lo alto.

Una plaza que no siempre fue de Viriato, ya que antes de que la obra del pastor lusitano llegase, gracias a Eduardo Barrón, se conocía como plaza de ‘Cánovas del Castillo’

Viriato

¿Quién fue Viriato? Fue un caudillo lusitano líder del enfrentamiento contra las tropas romanas que pretendían conquistar Hispania. Legiones a las que consiguió derrotar en más de una ocasión, a pesar de contar con muchos menos medios tanto humanos como materiales. De ahí, la leyenda del pastor que se convirtió en guerrero y lideró la resistencia lusitana.

La estatua de Viriato

Entre los plátanos, Viriato se descubre a los zamoranos y visitantes que llegan hasta el lugar. La estatua de Viriato es obra de Eduardo Barrón González. Nacido en el pueblo zamorano de Moraleja del Vino, el escultor creó esta obra mientras estudiaba en Roma en 1883. Un año después, Barrón lograba, gracias a la singularidad de la pieza, ser reconocido con la medalla de plata en la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Tan relevante premio llevó a la obra de Viriato hasta el Real Academia de Bellas Artes de Madrid donde permaneció durante veinte años. Sin embargo, Viriato fue creada para Zamora y allí debía regresar. Un regreso que se materializó en el año 1903 después de que el Museo del Prado la cediese al Ayuntamiento de Zamora.

La Plaza de Viriato de Zamora

Los edificios que rodean a la Plaza de Viriato no pasan desapercibidos ante los ojos más curiosos. A un lado, la sede actual de la Diputación Provincial de Zamora se ubica en el antiguo Hospital de la Encarnación que data del siglo XVII. En frente, el Parador de Turismo para dormir como la nobleza en el palacio de los Condes de Alba de Aliste. Y muy cerca, en una esquina la antigua iglesia de la Concepción que hoy en día aloja al Archivo Histórico Provincial.

Más de un tesoro por descubrir en la Plaza de Viriato de Zamora que es uno de los lugares con más ajetreo de la vida cultural de la ciudad. El paso de las procesiones con el impresionante ‘Canto del Miserere’ de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente cada Jueves Santo; la Feria de la Cerámica y la Alfarería durante las fiestas de San Pedro; además de muchos otros actos dan vida a esta plaza en la que no es difícil ver a un grupo de personas levantando la cabeza para admirar la valentía de Viriato…

La historia de Viriato

En el año 150 a.C., un joven pastor conseguía escapar a la masacre de lusitanos perpetrada por Galba. Durante siete años, su genio militar frenaría a las legiones de Roma. «Recobraron ánimo los lusitanos gracias a Viriato, hombre de gran habilidad, que de pastor se hizo bandolero, de bandolero se convirtió súbitamente en militar y general, y de no abandonarle la suerte hubiera sido el Rómulo de España». Así resume la trayectoria de Viriato el historiador hispanorromano Lucio Anneo Floro.

Es Apiano quien en la parte de su Historia romana dedicada a Iberia introduce la figura de Viriato a raíz de la famosa felonía del gobernador romano de la Hispania Ulterior, Servio Galba, el año 150 a.C. Los guerreros lusitanos, cogidos entre dos fuegos (el gobernador de la Hispania Citerior, Licinio Lúculo, había acudido en ayuda de su colega) decidieron rendirse. Galba, con el señuelo de proporcionarles tierras donde vivir en paz, los concentró en un determinado lugar, divididos en tres grupos, y tras hacerles entregar sus armas ordenó a sus legionarios acabar con ellos.

Según el detallado relato de Apiano, «pocos de ellos consiguieron escapar, entre los que se encontraba Viriato, que no mucho después fue el caudillo de los lusitanos y aniquiló a muchos romanos y dio muestras de grandes hazañas». Hasta ese episodio, el más cruel y vergonzoso de la conquista romana de la península Ibérica, las fuentes casi nada nos dicen de nuestro personaje. Sí coinciden en atribuirle un «humilde linaje» y situar su nacimiento en la parte de la Lusitania próxima al océano.

Esta región de la Península se extendía desde el Duero hasta las desembocaduras del Guadiana y el Guadalquivir, y coincidía más o menos con el territorio de la provincia romana del mismo nombre que el emperador Augusto creó más de un siglo después. De su etapa de «pastor» nada sabemos: ni sobre la especie de ganado, ni si pertenecía a su familia o bien lo cuidaba al servicio de algún amo. El paso de pastor sin recursos a «bandolero» («ladrón», para la mayoría de los autores romanos) debió de ser natural para él en cuanto alcanzó la edad adulta.

Ideó una estratagema mediante la cual sorprendió al confiado gobernador Cayo Vetilio y consiguió poner a salvo al ejército lusitano

Que los habitantes de las tierras más pobres y ásperas se dedicaran a saquear las de sus vecinos más ricos era lo habitual entre los pueblos de esta zona de la Península. El año 147 a.C. Viriato fue designado general en jefe. Según Apiano, era «amante de la guerra y un señor de la guerra»; para Diodoro, era «belicoso y conocedor del arte bélico». Para estrenar su jefatura ideó una estratagema mediante la cual sorprendió al confiado gobernador Cayo Vetilio y consiguió cumplir su palabra poniendo a salvo al ejército lusitano. Cuando la noticia se difundió aumentó su prestigio y se le unió un gran número de hombres procedentes de todas partes. Así se reunió alrededor de Viriato un ejército heterogéneo de varios miles de hombres (lusitanos y célticos, pero también vetones, vacceos, bastetanos) que le seguían ciegamente.

A esta fidelidad hacia su persona contribuían, a parte de su prestigio como estratega, su conducta con los hombres: era el primero en la batalla y también el primero en soportar la extrema dureza de la vida en el monte; asimismo, era justo en el reparto de premios y castigos, y totalmente desaprendido a la hora del reparto del botín. Al frente del ejército, Viriato libró una guerra que duró ocho años. En los tres primeros, el éxito estuvo de su parte. Primero derrotó a Vetilio, que había seguido acosándole tras la escaramuza anterior.

En los dos años siguientes, Viriato derrotó a todos los gobernadores que Roma envió contra él. El Senado romano, alarmado por las noticias que llegaban de Lusitania, decidió enviar allí al cónsul Fabio Máximo, y esta vez la victoria se decantó hacia el lado romano. Tras el fracaso ante Máximo, el ejército lusitano se rehízo y siguió humillando a sucesivos generales romanos hasta que Roma echó mano de otro general prestigioso, Serviliano, hermano de Máximo, que llegó a Lusitania con 20.000 hombres, más de diez elefantes y trescientos jinetes provenientes de Libia.

Serviliano fue tras él, pero de nuevo la astucia de Viriato le ganó por la mano. Viriato decidió aprovechar ese momento para forzar un tratado de paz no ya con Serviliano, sino con el mismo pueblo romano. El Senado lo ratificó y declaró a Viriato «amigo de los romanos». Tan lejos había llegado el antiguo «pastor lusitano». Sin embargo, en el 139 a.C., Viriato falleció víctima de una traición, al ser asesinado por tres de sus lugartenientes, comprados por el gobernador romano Servilio Cepión.

Fuentes: Ociozamora.com, National Geographic.